
12 Nov Y tú, querido lector… ¿Qué sabes del dolor?
Seguro que alguna vez has notado que tu cuerpo no funciona como debería. Quizá te hayas percatado de que algo no anda bien en el momento en que has ido a realizar un movimiento, por leve que sea, y te has encontrado un obstáculo en tu propio cuerpo, que hace unas horas funcionaba de miedo. Pongamos que has preguntado al monitor del gimnasio, al fisioterapeuta, o al médico, y no has sabido expresar correctamente lo que sientes. Es posible que hayas empezado diciendo «Es como si…». Pues bien, en relación al artículo de hoy, es necesario que comprendas qué es el dolor, qué es una lesión, qué es una inflamación y todo aquello que lo fomenta.
El (no tan) hipotético caso de Fernando: el dolor
Hipotético, sí, pero con un fundamento real. Te presento a Fernando, es un hombre de 39 años; trabaja de lunes a viernes en su despacho durante 8 horas al día (lo que son 40 horas en un empleo promedio). Durante esas 40 horas de trabajo, siempre está sentado, salvo por algún paseo al lavabo, al café o a lo que sea.
Durante su jornada laboral, su higiene postural no es la mejor: hay una cifosis muy pronunciada, echa los hombros hacia delante y la cabeza, que está pegada a ellos por el cuello, les sigue.
A esto le vamos a añadir cierto grado de estrés, que va a generar una tensión extra en su zona cervical.
En cuanto a su actividad física fuera del despacho: sale a correr de forma esporádica, no tiene un hábito real de ejercicio y su alimentación está copada de lácteos y alimentos procesados.
Su estado físico no es el ideal: es propietario sin quererlo de unas dolorosas contracturas cada vez más frecuentes en su zona dorsal. Este hecho le lleva a visitar semanalmente a su fisioterapeuta para eliminar el dolor… el cual vuelve a hacer aparición al día siguiente a mitad de su jornada laboral.
¿Por qué ocurre esto?
Seguro que te haces una idea, pero vayamos poco a poco
Una contractura es una contracción involuntaria del músculo, que, muy inteligentemente, utiliza para gastar menos energía. También puede surgir como respuesta a un estímulo de un órgano en otra parte del cuerpo. Dicho estímulo, actuando de forma constante, desemboca en la fatiga muscular; de la cual derivará una contractura indolora, al menos al principio; porque con el tiempo llegará el dolor.
Seguro que ya lo has oído alguna vez: el cuerpo humano está preparado para soportar más de lo que nosotros pensamos, y cuando avisa (si es que avisa) suele ser porque está muy cerca de su límite. Por un lado es impresionante, por supuesto; pero, por otro, nuestra ignorancia sobre lo mucho que maltratamos a nuestro cuerpo provoca malas posturas y su consiguiente dolor. Si lo pensamos de otra manera; nos estamos agrediendo a nosotros mismos.
Acerquémonos a observar nuestro cuerpo
Espero que esta analogía ayude:
Sales de fiesta, porque también está bien salir de vez en cuando, y te tomas una copa. Todo bien, no pasará nada.
Pero te lo estás pasando bien y te dices «Esto está bueno, voy a tomarme otra». Luego, quizá, te tomas otra. Y luego otra. Y luego otra.
Y otra más.
Seguramente, en la segunda o tercera copa ya has empezado a notar avisos; quizá canturreas esa canción que suena, o quizá hablas más de la cuenta… da igual. El caso es que los avisos, las señales de que deberías parar de beber, están ahí.
¿Cuál es la frontera entre el «Estoy bien» y el «Buff… Me he pasado»? Muchas veces esa barrera es tan fina que cualquier acción (por mínima que sea) colma el vaso, por seguir con la analogía. Es entonces cuando, volviendo a la vida real, fuera ya de fiestas, llega el dolor.
¿Y qué es el dolor?
El dolor es un síntoma que indica un problema mayor. Lo que nos lleva al límite puede ser una alimentación no adaptada a nosotros, la falta de movimiento (el llamado sedentarismo), el estrés… El catálogo de factores que pueden influir es tan amplio como mala sea tu calidad de vida. En fin, todos esos factores se acumulan y, cierto día, aparece un síntoma molesto (que es aquel del que nos damos cuenta, porque realmente hay otros tantísimos que no llegamos a notar) y pensarás «Bah, si yo es que soy así», «Es mi genética», «Herencia de mi madre»… Lo que sea.
Solo nos quejamos cuando tenemos dolor, molestias, pero no somos conscientes de que siempre tenemos una pequeña inflamación en todo nuestro cuerpo o en partes de él.
Obviamente será mejor prevenir que poner el remedio. Aunque, siendo realistas, casi nadie pone remedio hasta que tiene dolor o pierde calidad de vida.
Volviendo al caso de Fernando
Fernando levanta una caja, nota el dolor lumbar, un «crack», debido a una sobrecarga en la zona (lo que se conoce comúnmente como lumbalgia).
A priori, puede entenderse que el problema de Fernando terminaría si comenzase a sentarse bien en el trabajo.
Pero no.
Aunque esta sea una buena actitud; está destinada a fracasar. Y es que la culpa de su lumbalgia no fue del movimiento, ni de la técnica al levantar la caja, y mucho menos fue culpa de la caja, pobrecilla. La culpa, de todas todas, es de Fernando, quien ha llevado a su cuerpo hasta el límite día tras día.
En este punto, con dolor o una pérdida de calidad de vida, lo mejor es establecer una estrategia que combine la alimentación, el ejercicio bien entendido, el control de las emociones (importantísimo) y la terapia manual.
Cuerpo solo hay uno: ¿Cuánto quieres que dure el tuyo?